viernes, 24 de febrero de 2012

La dama de Pevas

Martha López, la última guardiana del bosque
Domingo, 19 de febrero de 2012 | 5:00 am

La Dama de Pevas. Martha López Pinedo, en el hotel, cuando vino a recibir la Medalla Encinas.


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Selva nuestra. La increíble y fascinante historia de una abuela amazónica que se encarga de impedir que mitos, leyendas y la historia de exterminio y dolor de su pueblo Pevas sean olvidados. Memoriosa, se los cuenta a su nieto, el joven pintor Rember Yahuarcani, para que este, a su vez, los plasme en pinturas y relatos.



Pedro Escribano

Como buena guardiana, estaba de pie. Había salido de su habitación del hotel. Se había puesto una corona y aretes de plumas. Una blusa negra dejaba entrever diseños extraños. Su falda exhibía trazos como enigmas. También llevaba collares de dientes, seguro de otorongos y ronsocos. Pero, como es natural, se había puesto medias y zapatos porque así manda la ciudad. Martha López Pinedo, una de los últimos ancianos del clan aymenu, había llegado a Lima.

La Derrama Magisterial había decidido de reconocer su tarea de guardiana de la memoria de los aymenu con la Medalla Encinas, con la que suele reconocer a los grandes maestros del Perú. Martha López se la merecía. Ella en su comunidad de Pucaurquillo, en Tevas-Iquitos, se encarga de recordar mitos y leyendas de su pueblo a sus hijos, nietos y a cuanto niño o joven que se le acerca. Impide que estos mitos desaparezcan o que los comuneros olviden cómo fue la vida, de exterminio y explotación en la época de oro del caucho.

“No puedo creerlo. He volado como pájaro”, dice en perfecto castellano, emocionada de haber subido a un avión.

“Ya no quería bajarme”, agrega en voz bajita, riéndose.

Pero el trabajo de Martha López es muy serio. Además de tener un taller de artesanía a donde llegan los turistas, ella se ha encargado, misma narradora de cuentos, de trasmitir sus historias a su hijo Santiago, un escultor autodidacta. También a su nieto Rember Yahuarcani, joven pintor y escritor autodidacta, cuyas pinturas se han expuesto en el Perú y en el extranjero.

“Mi pintura no sería nada sin los relatos que me cuenta mi abuela. Tampoco mis narraciones –explica Rember–. Ella nos cuenta con el fin de que nosotros también lo contemos a los demás, pero igualito”.
El joven artista refiere que su abuela es supervisora de la autenticidad de lo que él hace, “es como una profesora que le dice al niño que así no se escribe. O sea, me corrige”.

Pero Martha López tiene toda la autoridad. Su historia personal es un río de sucesos. Nació en el camino, cuando sus padres hacían el viaje de La Chorrera a Pijuayal. En realidad, en pleno éxodo, pues su familia y los miembros de su clan huían de las matanzas que hacían los caucheros en la frontera de Colombia, una época de dolor y exterminio como también se lee en Los sueños del celta, la última novela de Mario Vargas Llosa.

Amor al origen

Martha López tiene una lealtad a sus orígenes, por eso su afán de que los mitos y leyendas y la historia de sangre que vivió su familia nunca sean olvidados.

“Yo no soy huitota, yo soy aymenu –explica la sabia anciana–. Mi padre me contaba que fueron los caucheros quienes le pusieron ese nombre a la comunidad de los aymenus. Como se resistían a los abusos de los caucheros, ellos le dijeron ‘huitotos’, que es el nombre de unas hormigas grandes y negras”.

Para ella, ha sido así. Los caucheros inventaron una comunidad que ella, incansable guardiana de la memoria, se resiste a aceptar.



Datos



Mamá grande. Nació en el éxodo de su familia hacia Pijuayal, hace 76 años. Su hijo Santiago es escultor autodidacta y su nieto Rember Yahuarcani, pintor y narrador, también autodidacta.
Galardonada. Recibió la Medalla Encina junto a Matos Mar, Utriel García Cáceres y Roberto Cconislla Ochoa.

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20 de febrero de 2012 | 10 hrs
Tirso Antonio escribe:
Felicitaciones y larga vida Hermana Martha Lopez. Que el espiritu de tu pueblo y de los pueblos hermanos

miércoles, 22 de febrero de 2012

Camino








Camino lento, melancólica y sedienta.
Trato de no mirar atrás..no hay retorno, 
voy dejando en el camino cargas inútlies, amores marchitos,
besos que no dí, palabras que no dije, perdones que no concedí...
lágrimas por mi.
Los años me alientan a no desfallecer.
Voy restando y restando, liberando lastre, volviéndome liviana..
abriendo caminos, reinventándome.
Todavía me esperan ilusiones en el camino...mi ca
mino.
Camino lento..guiada por este inextinguible deseo de renacer.
                              Jennifer...Namasté