dile que existo.
Que soy como el árbol que podan.
Serán mejores
mis flores y mis frutos
y vendrán mil trinos a llenar mis horas.
Si pregunta por mi,
dile que existo,
que extraño el calor de sus manos
y el eco de su voz.
Que lo amo.
Que tendré algunos días de neblinas
y el corazón de légamo pesado.
Después
dile que seré la misma,
la que se instala con un haz de sueños
frente a una luna de agua.
La que mantiene la sonrisa abierta
como la herida que le sangra.