lunes, 29 de noviembre de 2021

@mor archivado


Las conversaciones se presentaban y fluían una a una ahora después de tanto tiempo archivadas en la memoria; eran fascinantes, enriquecedoras, graciosas e interminables. El era un hombre  de mundo, de hecho había recorrido casi todo el planeta  de la manera que se hace para conocer realmente los lugares, permaneciendo en ellos por largos períodos. Eso le daba cierta autoridad para cautivar con sus charlas mientras describía costumbres, lenguajes y paisajes. Escucharlo  hasta altas  horas de la noche era siempre un disfrute, por eso los turistas solían unirse a la tertulia, hacían preguntas, aportaban algún dato y luego se marchaban satisfechos y agradecidos con él.

Su carisma era imponente, sin embargo lo que más  lo caracterizaba era su humildad, no tenía que demostrar nada a  nadie, lo que vivió, cada experiencia era personal. Su conocimiento y sus estudios profesionales le otorgaban cierta sabiduría.

El cálido patio interior del hotel incitaba a la  reunión con sus cómodos sillones de mimbre, las plantas, la luz baja, sin gritos y alejados del estruendo de la calle. La gran mesa oval estaba siempre  llena de ceniceros, vasos repletos de cerveza y algunos snacks. Cuando él no estaba se sentía su ausencia ya que a menudo se perdía por varios días para visitar amistades en lugares recónditos cuyos nombres casi nadie conocía. A su regreso los nutría con anécdotas insólitas o novedades sobre parajes desconocidos que había  descubierto. Intercambiaba  libros en distintos idiomas que dominaba y daba su correo electrónico a quien quisiera ponerse en contacto después. Visitarlo sería poco probable porque no tenía domicilio permanente, lo más parecido a un hogar era la casa de su hijo en Suiza donde permanecía poco. Él, era sin dudas un pasajero habitual del  hotel a quien todos conocían o deseaban conocer.

 Así lo recordaba ella; en aquellos meses  compartidos nació una amistad que fue creciendo entre charlas, risas y paseos. En una conversación más íntima él le  dio a entender que ella le gustaba: le gustaba  “ por dentro y por fuera “ así lo dijo como lo dice un caballero, como una galantería. Conocedor del alma humana, supo entender que sus palabras no habían sido tomadas en serio, aquella mujer no estaba allí buscando romances, se buscaba a si misma juntando sus pedazos  y zurciéndole experiencias nuevas a su vida.

Al cabo de varios meses se despidieron y cada uno tomó caminos diferentes; en la siguiente navidad ella recibió un afectuoso correo suyo  recordando lo grato que había sido conocerla y compartir  y que ella era el mejor recuerdo que se había llevado de aquella ciudad donde coincidieron. La describió como una mujer de espíritu aventurero, valiente, sensible y con muy buena vibra. La dama respondió el mensaje agradeciendo las  consideraciones  que la  halagaban  aún sin tener idea de su actual  paradero.

La  vida nos colma de bendiciones, de regalos y sorpresas que muchas veces desperdiciamos por estar mirando demasiado lejos, sin observar a nuestro alrededor en el momento presente..  Eso sucedió con aquella propuesta encontrada en una dirección de correo que ella no usaba hacía ya tiempo: había estado allí archivada, esperando respuesta. El mensaje decía:  “ Querida amiga ” he sido cobarde al no insistir haciéndote saber mis sentimientos. Todo este tiempo he pensado  en ti imaginando como sería recorrer el  mundo  por última vez contigo a mi lado. Estoy seguro de que podría hacerte feliz por  todas las cosas que tenemos en común.me encantas y mucho más!

Quiero contarte que me hice un chequeo médico y el diagnóstico no es bueno, por eso ahora me atrevo a proponerte que seas mi compañera y pasemos juntos tus mejores años, que para mí serán los últimos. Deseo  con el alma que me digas que aceptas para que mi esperanza  de vida se alargue y se ilumine con tu sonrisa y alegría “

El correo había sido enviado dos años atrás y fue el último recibido. Ahora solo quedaba el recuerdo gratísimo de aquellos meses y un enigma gigantesco.

                                                                                      Jennifer Gil Pesci



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