Las
conversaciones se presentaban y fluían una a una ahora después de tanto tiempo
archivadas en la memoria; eran fascinantes, enriquecedoras, graciosas e
interminables. El era un hombre de
mundo, de hecho había recorrido casi todo el planeta de la manera que se hace para conocer
realmente los lugares, permaneciendo en ellos por largos períodos. Eso le daba
cierta autoridad para cautivar con sus charlas mientras describía costumbres,
lenguajes y paisajes. Escucharlo hasta
altas horas de la noche era siempre un
disfrute, por eso los turistas solían unirse a la tertulia, hacían preguntas,
aportaban algún dato y luego se marchaban satisfechos y agradecidos con él.
Su
carisma era imponente, sin embargo lo que más
lo caracterizaba era su humildad, no tenía que demostrar nada a nadie, lo que vivió, cada experiencia era
personal. Su conocimiento y sus estudios profesionales le otorgaban cierta
sabiduría.
El
cálido patio interior del hotel incitaba a la
reunión con sus cómodos sillones de mimbre, las plantas, la luz baja,
sin gritos y alejados del estruendo de la calle. La gran mesa oval estaba
siempre llena de ceniceros, vasos
repletos de cerveza y algunos snacks. Cuando él no estaba se sentía su ausencia
ya que a menudo se perdía por varios días para visitar amistades en lugares
recónditos cuyos nombres casi nadie conocía. A su regreso los nutría con
anécdotas insólitas o novedades sobre parajes desconocidos que había descubierto. Intercambiaba libros en distintos idiomas que dominaba y daba
su correo electrónico a quien quisiera ponerse en contacto después. Visitarlo
sería poco probable porque no tenía domicilio permanente, lo más parecido a un
hogar era la casa de su hijo en Suiza donde permanecía poco. Él, era sin dudas
un pasajero habitual del hotel a quien
todos conocían o deseaban conocer.
Así lo recordaba ella; en aquellos meses compartidos nació una amistad que fue
creciendo entre charlas, risas y paseos. En una conversación más íntima él le dio a entender que ella le gustaba: le
gustaba “ por dentro y por fuera “ así
lo dijo como lo dice un caballero, como una galantería. Conocedor del alma
humana, supo entender que sus palabras no habían sido tomadas en serio, aquella
mujer no estaba allí buscando romances, se buscaba a si misma juntando sus
pedazos y zurciéndole experiencias
nuevas a su vida.
Al cabo
de varios meses se despidieron y cada uno tomó caminos diferentes; en la
siguiente navidad ella recibió un afectuoso correo suyo recordando lo grato que había sido conocerla y
compartir y que ella era el mejor
recuerdo que se había llevado de aquella ciudad donde coincidieron. La
describió como una mujer de espíritu aventurero, valiente, sensible y con muy
buena vibra. La dama respondió el mensaje agradeciendo las consideraciones que la
halagaban aún sin tener idea de
su actual paradero.
La vida nos colma de bendiciones, de regalos y
sorpresas que muchas veces desperdiciamos por estar mirando demasiado lejos,
sin observar a nuestro alrededor en el momento presente.. Eso sucedió con aquella propuesta encontrada
en una dirección de correo que ella no usaba hacía ya tiempo: había estado allí
archivada, esperando respuesta. El mensaje decía: “ Querida amiga ” he sido cobarde al no
insistir haciéndote saber mis sentimientos. Todo este tiempo he pensado en ti imaginando como sería recorrer el mundo
por última vez contigo a mi lado. Estoy seguro de que podría hacerte
feliz por todas las cosas que tenemos en
común.me encantas y mucho más!
Quiero
contarte que me hice un chequeo médico y el diagnóstico no es bueno, por eso
ahora me atrevo a proponerte que seas mi compañera y pasemos juntos tus mejores
años, que para mí serán los últimos. Deseo
con el alma que me digas que aceptas para que mi esperanza de vida se alargue y se ilumine con tu
sonrisa y alegría “
El
correo había sido enviado dos años atrás y fue el último recibido. Ahora solo
quedaba el recuerdo gratísimo de aquellos meses y un enigma gigantesco.
Jennifer Gil Pesci
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