Tú eras el huracán y yo la alta
torre que desafía su poder :
¡ tenías que estrellarte o abatirme !
¡ no podía ser !
Tú eras el océano y yo la enhiesta
roca que firme aguarda su vaivén,
¡ tenías que romperte o que arrancarme
¡ no podía ser !
Hermosa tú, yo altivo : acostumbrados
uno a arrollar, el otro a no ceder
la senda estrecha, inevitable el choque,
¡ no podí ser !
G. A Becker
domingo, 30 de noviembre de 2008
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